martes, 27 de mayo de 2014

Blanca Sarasua: «la bacía y el yelmo son las dos posturas necesarias en la vida»

Por Sara Roma

Definía Cervantes en El quijote a la poesía como una bella dondella “hecha de una alquimia de tal virtud, que quien la sabe tratar la volverá de oro purísimo e inestimable valor”. Con esa consideración trata la poeta bilbaína Blanca Sarasua (Premio Internacional de Poesía San Juan de la Cruz y Premio Ernestina de Champourcin) a la poesía, con amor y respeto. Como dice José Fernández de la Sota “sin recurrir a falsos halagos ni a las trampas retóricas”. Baciyelmo es el título de su último poemario, un libro con el que nos invita a releer a un clásico entre los clásicos: Don Quijote de la Mancha.

¿Es necesario recurrir a la lectura o relectura de los clásicos en estos tiempos que corren?
Yo creo que es más necesario que nunca porque estamos viviendo en un mundo tremendamente materialista, solo nos preocupan las cosas que no sirven mucho, que no nos proporcionan felicidad. Sin embargo, veo en la lectura del Quijote —en la que me costó mucho meterme a fondo— que en las dos posturas de Don Quijote y Sancho, la bacía y el yelmo, son las dos que sirven y son necesarias en la vida. Por un lado, la bacía porque tenemos que ver la vida como es, pero por otro lado porque tenemos que buscar ilusiones que son los yelmos, esa esperanza, esa locura que en pequeñas dosis es buena.

A la hora de construir este poemario, ha ido extrayendo aquellos pasajes que le han llamado la atención y ha compuesto un poema. ¿Cuál es el objetivo: transmitir al lector esa filosofía tan profunda y tan honda del Quijote?
Como he dicho antes, en esta vida son necesarias las dos cosas. En La vida de don Quijote y Sancho, de Unamuno leí que estaba buscando gente para ir a buscar el sepulcro de don Quijote para recoger el yelmo y devolvérselo a Sancho pueblo, es decir, a todos nosotros, para devolvernos la ilusión por la vida y la esperanza.
Además, de Unamuno y Cervantes qué otros escritores y poetas han influido en su obra.
No puedo olvidar a Unamuno porque hablo en dos o tres ocasiones de él. Cuando Sancho deja la ínsula, porque se ha dado cuenta de que le han tomado el pelo, tiene un disgusto espantoso y entonces Unamuno dice: «Y Sancho al dejar la ínsula, supo quién era». Cuando la persona recoge sus cosas y se da cuenta de que esa es su vida porque la otra era un artificio y cuando comparte su vida y la tiene como suya, es feliz.
Decía León Felipe que “Don Quijote es un poeta prometeico que escribe poemas a punta de lanza”. Usted ha sabido encontrar ese quijote poeta para conversar con él y con Sancho en este poemario.
Sí, es cierto. Esa es una idea de León Felipe que me encanta: en vez de lanzas hacen falta poesías. Tiene mucho que ver con la locura de don Quijote en el mejor sentido, en el de querer ayudar a los demás.
Le gustaría escribir un libro similar, con la misma estructura, basándose en otro clásico de nuestras letras. Se me ocurre, por ejemplo, El Lazarillo de Tormes.

Bueno, yo me he quedado con una pena en este libro porque apenas he hablado de Dulcinea que a pesar de no existir es un personaje muy importante. Cualquiera sabe si finalmente saldrá otro libro que hable de ella. Y bueno, en la literatura española existen una cantidad de obras que bien merecen una aproximación poética.

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